La historia de la cultura supone un paradigma aún hoy día a causa de la evolución que ha sufrido a través de los años y sus transformaciones en relación a la creciente amplitud del concepto. Si tenemos en cuenta que cultura ‘trata el conjunto de prácticas, creencias, símbolos y procesos conformadores del universo no material de una sociedad’, el término adopta grandes dimensiones de significación.
Aunque el término cultura deriva de la raíz latina que hace referencia al cultivar, será a partir del Renacimiento que su interés recaerá en sus resultados y no tanto en los procesos de aprendizaje como lo era originariamente. A estos procesos del término es importante mencionar el giro significativo que sufrió en el siglo XVIII en el ámbito de la filosofía alemana, donde ‘kultur’ pasó a ser un sinónimo de civilización. Será a partir de este momento en que surgirá el dilema de distinción entre cultura y civilización, y la necesidad de comprender la extensión que abarca el término cultura y a que otras materias incluye, como a antropología, la lingüística o la sociología, entre otras. Todos estos acontecimientos irán cogiendo protagonismo en el estudio de la historia con el transcurso de los años y será cuando la cultura se convierta en el punto central de estudio de la historia.
Las culturas son organismos. La historia universal es su biografia […], el contenido de toda la historia humana se agota en el sino de las culturas particulares, que se suceden unas a otras, que crecen unas junto a otras, que se tocan, dan sombra y se oprimen unas a otras. (Spengler, 1944)
Para poder tratar la dificultad de definir el concepto cultura y su evolución a lo largo de la historia es necesario preguntarse; ¿Qué es la historia cultural? Pregunta que ya formuló Karl Lamprecht en 1897, historiador de la psicologia de la cultura que dedicó su trabajo a intentar abarcar la historia más allá de la política, como se había hecho tradicionalmente. La problemática que surge de esta pregunta es la costumbre de querer encontrar una respuesta única e inmutable que describa lo que significa la historia cultural, algo que desde 1800 ha sido un tema de controversia respecto a la distinción de significados y amplitudes que el concepto ha ido adaptando en el transcruso de los años debido a las distintas necesidades a las que se ha tenido que adaptar. Esto se puede apreciar en la distinción que hace Peter Burke a partir de los periodos cronológicos, empezando por denominar historia cultural ‘clásica’ a aquella que hace referencia al periodo de entre 1800 y 1950.
Fue Jacob Burckhardt, el padre y fundador de la historia cultural moderna, uno de los primeros en presentar una historia cultural pensada desde una perspectiva de identidad y costumbres y no de acontecimientos históricos como se había hecho hasta el momento. A su vez, Johan Huizinga declaraba que el ‘objetivo del historiador cultural consiste en escribir los pensamientos y los sentimientos característicos de una época’. Una cuestión que también interesa es la que propuso Ernst Gombrich; ‘Que motivos había, en efecto, que les llevaran a interesarse por las condiciones de las culturas del pasado antes que por los sucesos mismos?’. Refiriéndose al nuevo interés de los historiadores en investigar en el pasado. Todos estos procesos se pueden vincular a una necesidad de identidad a partir de mitad del siglo XX a causa de los cambios políticos, económicos y sociales que surgen como un nuevo concepto de vida, lo que conocemos como Modernidad plantea una sociedad materialista, enfocada al individualismo y con una visión antropológica en que el caso de estudio pasa a ser el ser humano, creando micro historias a través de una investigaición metodológica donde el sujeto pasa a ser caracterizado a través de las representaciones que lo distinguen con lo demás, esto implica el reconocerse en la otredad que conforma lo diferente. Esta ambigüedad respecto al otro hará que surja la diferenciación que supondrá la superioridad, creando un panorama jerárquico basado en la distinción de clases y poder de las distintas culturas. Así es como se pasa de una historia de la cultura totalizadora a una historia de la cultura subjetiva, cambiante y a la vez múltiple. También fueron varios los autores que empezaron a interesarse en la relación de la cultura y su entorno, como por ejemplo F.R. Leavis, o Arnold Hauser en su obra ‘Social History of Art’.
La dificultad de posicionar el término ‘cultura’ en una única significación no solo afecta en su historia cronológica asociada a los periodos históricos como tal, sino que incluye otros aspectos que hacen referencia a la interpretación, la industria y la política como ya nos advierte Javier Gomá en su artículo ‘¿Que significa hoy la palabra cultura?‘. Estas dos últimas esferas forman una parte importante dentro del ámbito cultural que en los últimos años ha ido cogiendo cada vez más importancia a causa de la diversidad y su acceso por parte del pueblo. Estos conceptos también han cambiado el paradigma de lo cultural transformándolo en muchas ocasiones en que lo cultural se ha vuelto por una parte en algo material de lo que se puede adquirir beneficios económicos y a la vez en algo tan extenso y de fácil acceso que necesita de ciertas acciones reglamentadas, de mantenimiento y exposición, surgiendo la necesidad de una legislación, las subvenciones y los museos, por citar algunos ejemplos que nombra el autor.
En la contemporaneidad, el estudio de la historia de la cultura ha dado un giro en sus procesos de investigación, con las nuevas tecnologías y medios de comunicación, vivimos en un periodo en que se exponen nuevos y distintos discursos que cambian constantemente al ritmo de la ‘sociedad liquida’ en la que vivimos, lo que ha derivado en varios enfoques teóricos. Esta evolución del concepto cultura que seguirá transformándose con el paso de las décadas y periodos venideros, ha cogido un cáliz cada vez más variable y extenso que dificultan darle un único significado. Esto también crea una problemática en la estabilidad de la cultura y la autenticidad que esta puede retener después de los procesos de cambio a los que está supeditada. No obstante viviendo en una sociedad cada vez más cambiante, la cultura deberá adaptarse y esos cambios formarán parte de su propia autenticidad.


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