Despertar cada día sin saber si ese día vas a comer, si te dejarán salir o si alguna vez volverás a ver a tu familia. Cualquiera pensaría que es una cárcel, pero no es una cárcel, es una casa. Y al entrar no hay barrotes, solo una puerta, y al otro lado una voz que te pide el pasaporte. Lo entregas, para más tarde darte cuenta de que, con ese gesto, has entregado tu libertad. No hay muros ni puntos de control, solo contratos firmados bajo el llamado Sistema Kafala.
Darghouth Tagreed es una de las tantas artistas que han representado la esclavitud camuflada del siglo XXI. Una artista libanesa cuya obra incomoda y cuestiona. Su estilo, influenciado particularmente por el movimiento de vanguardia del expresionismo alemán, está directamente vinculado a artistas como Markus Lupertz y Marwan Kassab Bachi.
Su utilización de pinceladas gruesas, distorsión de las figuras en las que se percibe una excelsa violencia en sus trazos con ápices primitivistas recuerdan al estilo de Oskar Kokoschka, no solo en los trazos y deformaciones de las figuras, sino en la representación de estas deformidades haciendo alusión al trauma. La artista no representa el trauma como experiencia individual como hacía Kokoschka, sino como una cicatriz compartida por toda una sociedad que sufre, una colectividad que representa a través de sus retratos psicológicos. Así, pinta cuerpos deformados, rostros que huyen del canon de belleza de Policleto, alejándose de la estética y acercándose a la necesidad de enseñar aquello que no queremos ver.
Las temáticas que suele tratar Darghouth abordan cuestiones políticas e identitárias de la contemporaneidad, una artista comprometida especialmente en cuestiones relacionadas con el mundo árabe y particularmente con su propio país natal, la antigua tierra de los fenicios y los cananeos, lo que en la actualidad conocemos como el Líbano.
Destacan, a lo que se refiere al tema que nos otorga, sus obras tituladas «Flora Holding the Baby» y «We Serve you Better», dos obras que tratan simbólicamente el llamado Sistema Kafala, uno de los temas más polémicos de los últimos tiempos respecto a los Derechos Humanos en lo que se refiere a la vida de trabajadores migrantes en los países del Golfo.

En 2022, el mundo miró hacia Qatar, se desató la gran crítica del llamado Sistema Kafala, un sistema estructural que regula el trabajo migrante en el ámbito doméstico y de la construcción. La Copa Mundial fue la protagonista de dichas críticas y la construcción de los ocho estadios monumentales fue el motivo. Miles de trabajadores migrantes provenientes de países de bajos recursos económicos como India, Bangladesh o Pakistán, perdieron la vida en las obras previas a la celebración de la copa Mundial bajo la contratación del Sistema Kafala. Obra de mano barata para los países del Golfo y consecuencias muy caras para los trabajadores migrantes. Aún así la FIFA se celebró, los partidos se jugaron y solo algunos denunciaron tales atrocidades, como los premios nobel de la paz Rigoberta Menchú y Lech Walesa, junto con la Fundación para la Democracia Internacional.
En Líbano, un estudio de Human Rights Watch alertó en 2008 que más de una trabajadora doméstica migrante moría cada semana a causa del suicidio o intentando huir. Muchas de ellas originarias de países del sudeste asiático o Filipinas ocupan puestos de trabajo doméstico con la expectativa de trabajar parcialmente para realizar estudios universitarios al mismo tiempo. Su sorpresa llega cuando las familias para las que trabajan no les dejan salir de casa y las obligan a trabajar más de doce horas, sufriendo, no sólo abuso laboral, sino en muchas ocasiones, abuso físico y sexual.
En enero del 2023 el cuerpo de Jullebee Ranara fue encontrado totalmente carbonizado en el desierto de Kuwait a manos del hijo de la familia para la que trabajaba la chica de origen Filipino. Ranara, que para entonces tenía tan solo 34 años, es solo un caso de entre tantos.
Mary Mbela tenía la ilusión y la esperanza de trabajar en el extranjero para ayudar a su familia, lo que encontró al llegar fue otra cosa. Sufrió quemaduras graves, dolor físico y emocional, sufriendo durante un mes sin que su familia fuera consciente de la situación que estaba viviendo Mary. Nadie se responsabilizó después de su vuelta a su país de origen, Naibori.
Jessica Ndunge Musili es otra de las víctimas, el hombre de la casa en la que trabajaba abusaba de ella constantemente, sin que nadie de la familia interviniera.
En Amman, la capital de Jordania, Youssef Al Habahbeh lleva una oficina de reclutamiento. Desde fuera todo parece normal, un lugar al que llegan mujeres jóvenes desde Ghana buscando un trabajo para labrarse un futuro de oportunidades. Pero tras esa puerta, mucha de esas mujeres acabaran atrapadas en el Sistema Kafala. El propio Youssef lo dice sin tapujos
«No existen Derechos Humanos en Próximo Oriente»
No lo dice como una crítica, sino como quien constata una realidad que ha aprendido a usar a su favor.
LA ESCLAVITUD MODERNA: UNA MIRADA POR HANNA ARENDT Y ZIZEK
El Sistema Kafala otorga a los ciudadanos y empresas privadas el derecho de apropiarse de la autonomía como individuos de los trabajadores migrantes. Se crea en toda regla el control sistemático del poder, que gestionan vidas migrantes en un sistema mercantil, pues estas personas pasan a ser meras mercancías para el sistema. Es lo que Foucault llamó la biopolítica que otorga el control de los cuerpos y de la vida misma, una biopolítica sustentada en lo que, por otra parte, Zizek nombró la política del miedo en su libro “Seis reflexiones sobre la violencia”. La simbiosis entre ambas da lugar a la biopolítica del miedo, una herramienta de control social creada por las élites que deriva en lo que Zizek se refiere a una violencia simbólica y psicológica que deriva en el terror, un terror que paraliza.
Y en toda esta estructura, “Flora Holding the Baby”, Tagreed nos muestra una mujer que mira directamente al espectador sosteniendo un bebé, una mujer migrante que sostiene un niño libanés, hijo de la família para la que trabaja. Flora se presenta como una mujer invisibilizada en un contexto social que se aprovecha de su vulnerabilidad. Flora trabaja, pero no habita. En la sujeción de ese niño que le es totalmente ajeno se refuerza el abuso del sistema, Flora debe de cuidar de ese bebé para poder alimentar a sus propios hijos que tuvo que abandonar en su país de origen.
“La labor asegura la supervivencia del individuo y la especie, pero no tiene parte en el mundo común” – Hannah Arendt

Arendt nos remite en su obra ‘La condición humana’ a la cosificación, o como ella dice, a la reificación de las victimas de esta estructura de poder pasando a ser meros objetos de trabajo, mujeres cuya labor doméstica al ser privada pasa a ser opresiva porque no es reconocida. El cuerpo de Flora es esbozado mientras que contrasta con el cuerpo del bebé perfectamente detallado asignándole un valor superior de per se. Sin embargo, Flora no tiene ningún valor como ser humano en el contexto actual que habita, pero es imprescindible para su funcionamiento.
En “La condición humana” Hannah Arendt nos habla de algo que podemos conectar directamente con este mecanismo contemporáneo de servidumbre legalizada, lo que ella llama el Animal laborans. Arendt distingue entre dos figuras humanas que habitan mundos opuestos: el Homo faber, como ese ser que fabrica y crea habitando la esfera pública y obteniendo reconocimiento y pertenencia, y por otro lado lo que ella llama el Animal laborans, ese ser que vive para trabajar, atrapado en la repetición, formando parte del rebaño. No construye un espacio común, no tiene voz en la vida pública. Animal laborans es la clara representación de las víctimas de la esclavitud moderna, no son considerados ciudadanos, ni creadores. Obligados a permanecer en la sombra solo producen sobre la repetición y obedecen. La esfera pública desaparece, lo político se vuelve un privilegio y el trabajo se convierte en una condena.
Hablamos, en términos generales, de ESCLAVITUD.
Porque cuando una ve las imágenes de los trabajadores en los países del Golfo… es difícil no pensar en las representaciones de quienes construyeron las pirámides de Egipto o el Coliseo Romano, representaciones que nos han llegado de antiguos textos en los que describían hombres agotados, cuerpos consumidos, vidas rotas por las condiciones laborales extremas. La única diferencia es que ahora tiene un nombre, Kafala, que en árabe significa ‘patrocinio’, un patrocinio que se aplica en Baréin, Kuwait, Líbano, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Omán y Jordania.
Pero esto no es historia antiguo, esto es en 2025. Si en el pasado la esclavitud se imponía con cadenas y látigos, hoy se ejerce a través de otras formas más sutiles, no menos crueles, pero más sofisticadas. Hoy, quienes viven bajo este sistema de esclavitud moderna sufren además de violencia física algunos, violencia psicológica todos, una violencia estructural que moldea sus vidas a través del miedo. Como diría Zizek, una herramienta de control, una violencia sistemática que garantiza el orden social a costa de los más vulnerables.
Esta esclavitud, disfrazada de oportunidad, no es un fenómenos exclusivo de algunos países del Golfo, también se reproduce en Europa, en Estados Unidos, en ciudades como la tuya o la mía. La diferencia es que, en estos contextos, las retenciones forzadas no siempre son físicas, pero si dependientes, haciendo casi imposible la independencia de estos trabajadores que habitan vidas de precariedad, dependiendo totalmente de la persona que los emplea y en muchas ocasiones, con salarios menores a los correspondientes por su labor. Un salario que no pueden reclamar, una denuncia que no pueden presentar, porque su situación depende de ello.
ARTISTAS QUE DENUNCIAN LA ESCLAVITUD MODERNA
Otras artistas también han trabajado sobre la crítica al Sistema Kafala en su obra, como Ryan Inzana, Brady Black o Hanna Barczyk, cuya obra ilustrada no deja indiferente en relación al tráfico de humanos.
En 2013, frente a la embajada de Qatar en Londres, una mujer se encadenaba a la reja, con un casco de obra en el que se puede leer escrito a mano «Welcome to Qatar». La artista nepalí Subash Thebe no necesitaba más para representar la esclavitud que se lleva a cabo en Qatar, nada más que su cuerpo encadenado y el silencio que se mantiene en torno al Sistema Kafala en el país.

Hit Man Gurung es otro artista nepalí, su obra «Yellow Helmet & Gray House» reflexiona y denuncia la realidad de los trabajadores migrantes nepalíes en Próximo Oriente. Su simbología es clara, un casco amarillo que simboliza a un trabajador fallecido y detrás los edificios construidos que han acabado con miles de vidas. En la parte derecha, un hombre y una mujer se representan en monocromático, sosteniendo un pasaporte con el sello que estampa en sus páginas ‘Cancelado’.

A kilómetros de allí, otro frente artístico también se activa, el colectivo Gulf Labor. Un grupo internacional de artistas que desde 2011 presionan a instituciones para que garanticen condiciones dignas a los trabajadores migrantes que construyen sus museos en la isla artificial de Saadiyat, en Abu Dabi. Museos que celebran la libertad del arte, mientras debajo, miles de hombres sudan bajo contratos opresivos.
Mientras tanto, en las calles de Dubai, una firma desconocida aparece una y otra vez, “Arcadia Blank”. Es un nombre que no tiene rostro, pero deja frases en los muros como poemas reflexivos. En uno de los campos de trabajo para migrantes se puede leer “We are the Dream Makers”, “Somos los que hacen los sueños posibles”.

Desde la ilustración también se alza otra voz, la de Rositsa Releva, que en 2016 colaboró con Human Rights Watch para ilustrar el horror cotidiano del Sistema Kafala a través de seis imágenes. Un pasaporte encadenado, un reloj donde cada hora es una tarea doméstica y el minutero es una mujer, una moneda que apenas tiene valor pasando de una mano a otra, una mujer dormida junto a una lavadora, un rostro femenino silenciado por una mano masculina y finalmente, esa misma mujer fregando el suelo desde el interior de una jaula.

Molly Crabapple, con trazos que recuerdan a Goya y a Diego Rivera, también alza el lápiz para contar lo que los telediarios no dicen. Junto al periodista sirio Marwan Hisham, publica Hermanos del Fusil. Pero su denuncia al sistema kafala toma forma en 2014 en una ilustración publicada en VICE, bajo el título: “Los esclavos de la Isla de la Felicidad”.

Una imagen que parece una fotografía detenida en el tiempo: hombres exhaustos, construyendo bajo el sol lo que nunca podrán pisar con libertad. En un rincón de la ilustración, la propia artista escribe «This is the dark side of paradise».
Pero si volvemos a la obra de Darghouth hay algo más. Una provocación, la capacidad que tienen sus pinturas de hacer reflexionar al espectador, una interpelación directa. Sus cuadros no miran o cuestionan solo a los poderosos, nos miran a nosotros, el espectador, a la sociedad que normaliza y calla. Tagreed se dirige especialmente al público de sus obras, en su gran mayoría la sociedad libanesa y hace preguntas.
¿Quién cuida a nuestros hijos? ¿A quién no vemos, aunque esté delante de nuestros ojos y forme parte de nuestro entorno sin formar parte de nuestros vínculos? ¿Eres cómplice? Si miramos directamente a los ojos de Flora deberíamos preguntarnos ¿A través de nuestro silencio, somos cómplices de este sistema esclavista?
Después de las polémicas muertes en la construcción de los estadios de futbol de la Copa Mundial en Qatar, se realizaron protestas para abolir este Sistema o al menos para reglamentar las leyes de protección al inmigrante. Pero no sirvió de nada, siguen existiendo personas que defienden el Sistema Kafala por que creen que facilita la entrada legal a trabajadores que de otra manera podrían ser más vulnerables al tráfico de personas o a trabajos en peores condiciones.
¿Cuál es el mayor triunfo de la violencia estructural? La naturalización. Cuando la injusticia deja de indignarnos y pasa a formar parte de nuestros contextos. Pero siempre nos quedan artistas, como Tagreed, para traernos estas realidades a través de sus obras y cuestionarnos los sistemas de abuso que, desgraciadamente, hemos aceptado y normalizado.

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